Sus orígenes son legendarios. Hércules levantó a faldas del Moncayo una ciudad en honor de su amada Agripina a la que llamó Ágreda.
Agreda está situada a los pies del Moncayo, protegida por un terreno muy escarpado y dividida por el río Queiles en dos partes. Está edificada por los árabes en el Barranco de la Muela, zona estratégica y fácilmente defendible. Allí erigieron la medina, alcazaba y las murallas, y fueron capaces de convertir los áridos cortados en un vergel de huertas.
Es la época califal del siglo X, donde comienza la historia de esta villa y llega hasta nuestros días. Pasó de manos navarras a aragonesas, reconquistada por Alfonso I el batallador en 1118. Pero es Alfonso VII el Castellano quien la repuebla con gentes de la Sierra de Alba: San Pedro Manrique, Yanguas, Magaña...
Ágreda fue ciudad de privilegios reales que gozó de fuero propio concedido por Alfonso X en 1260. Fue ciudad gloriosa escenario de pactos, acuerdos, guerras y bodas reales
En la Edad Media fue un lugar de convivencia entre las tres culturas: árabe, judía y cristiana, que perduró hasta 1492, con el decreto de expulsión de los judíos por los Reyes Católicos.
En los siglos XVI, XVII y XVIII la villa se erige como Cabildo de Tierra de Ágreda con 26 pueblos. Protegida y dominada por los señores de la Mesta.
En la actualidad Greda posee un patrimonio cultural con murallas, palacios, iglesias, casonas, callejuelas, gente y vida que hablan de un pasado glorioso, de una ciudad para el consenso.